Esta ruta comienza en la pequeña localidad pirenaica de Gavarnie, inicio de muchas rutas a pie, que harán las delicias de los montañeros y amantes de la naturaleza, y comienzo de la parte más dura del puerto que nos llevará hasta la frontera con España a más de 2200 metros de altitud.
Comenzamos la ascensión desde el desvÃo que da acceso al pueblo y, por consiguiente, al camino que nos dejarÃa bajo la inmensa cascada de Gavarnie (segunda cascada más alta de Europa con 423 metros). Pero ese camino lo recorreremos una vez hayamos retomado fuerzas tras acabar nuestro propósito.
Seguimos los carteles de la estación de esquà "Gavarnie-Gèdre" y tras unos primeros metros exigentes, nos encontramos la primera de las curvas de herradura que nos acompañan hasta la cima. Tras este giro, llegamos a un tramo más exigente que el anterior (al 8,5% de pendiente media con una rampita de regalo al 10%) para, tras otro giro de casi 180º, atravesar el parking del refugio alpino de La Grande de Holle.
Seguimos con la ascensión por varios tramos que nos irán haciendo entrar en calor (desde el 7,7% al 9% de media con rampas del 10 y el 11%), mientras disfrutamos de los bellos paisajes que nos rodean. Desde que dejamos atrás el refugio, la sombra no hace acto de presencia, dejando a la vista grandes prados de un verde intenso, que hacen las delicias de algún que otro rebaño que mora esas altas tierras.
Después de aproximadamente 6,5 kilómetros de sucesiones de curvas de herradura y largas rectas con pendientes casi asfixiantes, llegamos a la estación de esquà Gavarnie-Gèdre (Les Especiéres) antes mencionada, donde nuestras cansadas piernas toman un pequeño descanso. Y bienvenido es este descanso, ya que aún restan 6,5 kilómetros si queremos llegar a hollar la cumbre que, desde que hemos iniciado la ascensión, nos aguarda con los brazos abiertos.
Disfrutamos de este paraje incomparable, que si bien durante el invierno y mientras dura el manto blanco tiene como protagonistas a esquiadores y amantes de los deportes de invierno, nos acoge como protagonistas del sufrimiento sobre una máquina tan simple, y tan compleja a su vez, como la bicicleta. Estaremos atentos, ya que de vez en cuando podrÃa cruzarse algún pequeño y asustadizo animalillo.
Tras una sucesión de cerradas curvas, ascendemos una pequeña cumbre que nos llevará a una larga recta desde donde podemos vislumbrar los primero coches, que nos hacen presagiar que el final de nuestro reto está cerca. Enlazando esta larga recta con otra en una curva de 90º, llegamos a dos curvas de herradura tras las cuales accedemos al parking del denominado Col de Tentes, hasta donde llegan los vehÃculos motorizados.
Al final de este aparcamiento encontramos una piedras, que si bien no dejan paso a los vehÃculos, nuestras bicicletas sortean sin problemas. El camino es transitable con la bicicleta durante 800 metros aproximadamente, el resto es piedra suelta que dificulta el uso de la bici, por lo que es más que recomendable hacerlo a pie. Al final de este camino llegamos a lo que se puede considerar la frontera con España, desde donde se puede observar parte del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, unas vistas y un paisaje que nos ayudan a olvidar el sufrimiento de los kilómetros de ascensión hasta aquÃ.
Cabe decir que el acceso desde la vertiente española está bastante restringido, ya que pese a existir un acuerdo entre Francia y España para la unión de dos de los valles más espectaculares del Pirineo, el segundo paÃs no ha querido gastar ni un solo euro en el asfaltado de su vertiente.
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