Cuando una palabra vale más que 1000 imágenes...
April 27, 2017
En mis últimas vacaciones he disfrutado de unos días por las provincias andaluzas de Granada, Córdoba y Sevilla. Es una tierra que no había tenido el placer de visitar anteriormente y la verdad que me ha encantado. Han sido unos días en los que he podido disfrutar de la mejor compañía a mi lado, de paisajes extraordinarios, de multitud de risas y momentos divertidos. Hemos conocido nuevas personas, disfrutado de la gastronomía y la cultura de la zona, admirando sus monumentos, arquitectura, pintura, escultura, música, baile, fauna…
Me vuelvo con muchos recuerdos, todos ellos guardados en mi memoria y en mi corazón, habiendo disfrutado cada momento de mi estancia. Y por supuesto, también unas cuantas fotografías que plasman algunos de estos momentos.
Fotografía, фотогра́фия, valokuvaus, photographie, argazkia, ا写真撮影, photography, لتصوير الفوتوغرافي, φωτογραφίας, fotografim…
Precisamente, esta es la palabra que más me ha llamado la atención durante este viaje: FOTOGRAFÍA. No sé si será por el cada vez más extendido turismo masivo, si por culpa de las redes sociales, si es para aparentar o presumir delante de alguien, o puede que realmente sea necesario llevarte 5874 recuerdos en forma de foto de un viaje de 6 días… pero la verdad que he flipado un poco, ¿qué rayos le pasa a la gente?
En primer lugar quisiera dejar muy claro que este artículo no pretende minusvalorar ni atacar a la fotografía, es más, la FOTOGRAFÍA es un arte. Admiro a los fotógrafos profesionales y amateurs que consiguen emocionarnos con una imagen que normalmente vale mucho más que 1000 palabras. Todo el mundo tiene derecho a sacar todas las fotos que le venga en gana, y por supuesto que yo también las saco. Nos encanta ver esas instantáneas años después, recordad personas que ya no están, momentos divertidos, nos evocan sentimientos pasados y nos provocan emociones.
¿Pero de verdad que hay fotografiar todo lo que nos rodea? Los primeros días me hizo gracia y empezamos a fijarnos deliberadamente en el comportamiento de la gente a este respecto.
He visto gente con una cara de amargura terrible que cogía su palito de selfie, sacaba su sonrisa “súper natural”, se sacaba una foto y dale, para twitter, facebook, instagram, whatsapp y no sé cuantas redes más.
He visto gente que dentro de un edificio emblemático ha sacado fotos a cada esquina, cada columna, cada cuadro, cada escultura, cada silla, cada viga, cada reliquia, cada árbol, cada flor, cada, cada, cada, cada… Sacando fotos de lado, con flash, sin flash, en diagonal, sin ningún tipo de criterio.
He visto gente sacando fotos con flash cuando estaba expresamente prohibido el flash o sacando fotos delante de obras de arte para las que estaba expresamente prohibido.
He visto gente aglomerada, empujándose para sacar la mejor foto, maldiciendo a personas que pasaban por allí porque le “estropeaban” la foto, posando con cara de acelga podrida, incluso sacando fotos que ni les va ni les viene pero como hay gente allí sacando fotos pues ellos también quieren una, por si acaso las 5873 anteriores no eran suficientes…
Para ejemplificar algunas de estas actitudes añado 2 instantáneas tomadas durante nuestro viaje. En la primera de ellas se puede observar a la gente amontonada con sus diferentes aparatos electrónicos en mano “disparando” al Mihrab de la Mezquita de Córdoba. En la segunda, yo posando, una señora se podría decir que estorbando (jeje!) y toda la gente que se ve al fondo en un segundo plano cámara en mano en el Alcázar de Sevilla.
Imagen 1. La gente fotografiando compulsivamente
el Mihrab de la Mezquita de Córdoba.
Imagen 2. Yo posando guapetón y
sonriente en el Alcázar de Sevilla.
Respetando todas estas actitudes, yo personalmente no las comparto. Mi filosofía es más cercana al CARPE DIEM. Cuando entras a un lugar con tanta historia, tanta magia, con una arquitectura única en el mundo, pinturas y esculturas extraordinarias, tallas de madera espectaculares y tanto simbolismo como puede ser la Mezquita Catedral de Córdoba, a mi me invaden muchas sensaciones y sentimientos que difícilmente se pueden plasmar en una foto. Me gusta pasear, perderme entre los arcos, mirar con interés cada esquina, contemplar los detalles que se ven a simple vista y en una foto es difícil notar. Me gusta sobrecogerme con la altura de la cúpula, entender la historia allí vivida, la importancia histórica y social, y por supuesto, sacar alguna foto (con sentido) para que algún día cuando las vea vuelva a rememorar todas estas sensaciones.
También me gusta ver un espectáculo de caballos “bailando” flamenco con unas bailaoras sin necesidad de grabarlo en video, ¿Cómo puedo apreciar cada paso del caballo, la conexión entre humano y animal o la fuerza del directo si estoy pendiente de un video?
De todos modos, cada uno es como es, y para gustos los colores, allá cada uno con sus decisiones. Ahora bien, uniendo este artículo con el tema de nuestra web, el ciclismo, quisiera dar un último mensaje.
Lamentablemente estamos acostumbrados a ver personas que por sacarse un selfie o simplemente tomar una foto han provocado en el peor de los casos caídas o simplemente sustos (gracias a la gran habilidad de los y las ciclistas profesionales) en las principales carreras de la temporada. Esta gran irresponsabilidad puede desembocar en lesiones y puede afectar al devenir de la carrera. Yo personalmente, prefiero dejarme la garganta animando y las manos aplaudiendo que apretar el dichoso botoncito…
Si queréis sacar 5874 fotos, adelante. Pero por favor, ¡no pongáis nunca en peligro a los y las ciclistas!